
Esta semana se ha evidenciado la complejidad de la era tecnológica en la que nos encontramos. Por un lado, el entusiasmo por el hardware se traduce en robots que parecen sacados de una fusión entre Ex Machina y Los Supersónicos, y que pronto podrían estar en nuestros hogares. Por otro lado, el presidente de la Reserva Federal de EE.UU. ha dejado claro lo que muchos CEOs ya no solo murmuran en privado, sino que ahora afirman en sus informes trimestrales: la IA no viene a ayudarnos, sino a optimizarnos. Y «optimizar», en el frío lenguaje corporativo, se ha convertido en un eufemismo para «reemplazar».
El futuro avanza a una velocidad impresionante, pero lo hace de manera caótica y, sinceramente, inquietante.
La competencia por el robot humanoide doméstico tiene un nuevo líder, y no es Tesla. La empresa estadounidense 1X ha iniciado los pedidos anticipados de Neo, presentado como «el primer robot humanoide doméstico totalmente funcional». Su precio es de 20,000 dólares.
Con esto, se adelantan a Optimus, el proyecto de Elon Musk que aún no tiene una fecha clara. Neo no es un juguete: mide 1.70m, pesa 30kg y puede levantar hasta 70 kilos gracias a unas manos que cuentan con 22 grados de movimiento. Su «piel» está hecha de una tela suave sobre polímeros flexibles.
Lo interesante no es solo el hardware (que lo es), sino la audacia de lanzarlo ya en preventa. 1X está impulsando la conversación. La cuestión filosófica sobre qué haremos con humanoides autónomos en nuestros hogares se está transformando, de la noche a la mañana, en una simple cuestión de e-commerce.
Mientras en Occidente discutimos sobre los sesgos de los LLMs y la seguridad del hardware, China está moviendo sus piezas en el tablero global. Beijing está promoviendo la creación de la Organización Mundial de Cooperación en Inteligencia Artificial.
Esta iniciativa, respaldada por Xi Jinping en el foro de la APEC, busca establecer estándares técnicos, normas de gobernanza y estrategias de colaboración. La sede, por supuesto, estaría en Shanghái.
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