La inteligencia artificial redefine el concepto de hacer trampa en la escuela

La inteligencia artificial generativa no solo ha transformado las reglas del juego; ha cambiado el juego por completo. El plagio solía ser fácil de detectar: se podía encontrar un párrafo idéntico en dos trabajos o reconocer una frase de Wikipedia mal parafraseada. Sin embargo, en 2025, la línea entre la asistencia legítima y la deshonestidad académica se ha vuelto difusa, casi imperceptible. Este 15 de octubre, mientras se conmemora el Día Internacional de la Integridad Académica, las instituciones educativas enfrentan un dilema existencial.

“De pronto, los estudiantes tienen acceso a tecnologías tan avanzadas que resulta muy difícil identificar si el texto que entregaron fue realmente escrito por ellos o por una Inteligencia Artificial Generativa”, señala la directora para Latinoamérica de Turnitin, empresa especializada en integridad académica.

La nueva realidad del plagio

La preocupación ya no se limita a copiar y pegar el trabajo de otro ser humano. Ahora hay menos humanos involucrados en el proceso. Los números revelan la magnitud del fenómeno: según una investigación de Turnitin y Vanson Bourne, dos de cada tres estudiantes son conscientes del impacto que la IA tiene en su educación, pero continúan usándola de todas formas. Más revelador aún: cerca del 80% de los alumnos se sienten optimistas sobre el uso de IA y confirman que seguirán integrándola en su flujo de trabajo.

Incluso ha surgido un nuevo nicho tecnológico dedicado específicamente a evadir la detección: los \»humanizadores de texto\», herramientas diseñadas para hacer que el contenido generado por IA parezca escrito por una persona real.

El impacto de la IA en la educación

La IA promete revolucionar la educación con experiencias de aprendizaje personalizadas. Sin embargo, no podemos perder de vista que la educación es fundamentalmente un esfuerzo colectivo y social. Las escuelas no son solo espacios de transmisión de conocimientos: son los lugares donde los estudiantes aprenden a socializar, a convivir y a ser parte de una comunidad.

Más allá del aula, la IA ya está automatizando tareas administrativas como la calificación, el control de asistencia y la evaluación del rendimiento. Bien gestionada por profesionales capacitados, esta evolución podría liberar a los docentes de cargas burocráticas y representar un avance genuino. Sin embargo, el panorama completo exige cautela: el FMI advierte que el 60% de los empleos actuales podrían ser reemplazados o transformados radicalmente por la IA en el futuro cercano.

Cuestionando el futuro de la tecnología

Debemos dirigir la tecnología antes de que ella nos dirija. La innovación exige apertura, no resistencia defensiva. Pero apertura no significa aceptación ciega. Debemos prepararnos para hacernos las preguntas difíciles.

¿Debería la IA decidir admisiones universitarias? ¿Evaluar ensayos estudiantiles? ¿Identificar fortalezas y debilidades de cada alumno? ¿Asistir a los estudiantes durante exámenes, como ya hacen las calculadoras y procesadores de texto? Detrás de cada una de estas preguntas acecha una más fundamental: ¿quién decide qué, cómo y con qué propósito?

La tecnología no es neutral. Nunca lo ha sido. Debe ser dirigida por nuestra voluntad y responder a nuestras prioridades humanas. Como se destaca en la última edición del Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo de la UNESCO, dedicada a la tecnología en la educación, el mensaje es inequívoco: la tecnología debe aplicarse en nuestros términos, bajo nuestras condiciones.